Biobío: el sur chileno que invita a volver
Biobío: entre ríos, mar y cordillera, el sur chileno que invita a volver
Llegar al Biobío es entender que el sur de Chile no empieza de golpe, sino que se despliega de a poco. El primer contacto suele ser Concepción, una ciudad viva, universitaria, con ritmo propio y una escena gastronómica que sorprende. Desde allí, en trayectos cortos, el paisaje cambia con facilidad: mar abierto, ríos inmensos, bosques nativos y cordillera conviven en un mismo mapa.
Uno de los primeros desvíos inevitables es hacia los Saltos del Laja. El sonido del agua se escucha antes de verlos y, cuando aparecen, el impacto es inmediato. Cuatro caídas se abren paso entre la vegetación, con un salto principal de 35 metros que explica por qué este lugar es considerado la puerta de entrada al sur chileno. El entorno invita a quedarse: cocina local basada en trucha y productos de la zona, cervezas artesanales y actividades suaves que permiten recorrer el área sin apuro.
Volviendo hacia la costa, el Biobío muestra otra de sus caras. En caletas como Chome, el viaje baja el volumen. Allí, antiguos pescadores hoy reciben visitantes que llegan buscando algo más que una postal. Entre septiembre y abril, las ballenas vuelven a pasar cerca de la costa, y verlas aparecer desde pequeñas embarcaciones es una experiencia difícil de olvidar. El paisaje se completa con lobos marinos, aves costeras y el silencio de los bosques que rodean el Santuario de la Península de Hualpén.
Más al sur, el Territorio Arauco se siente distinto. Las playas se vuelven largas, abiertas, menos intervenidas. Laraquete marca la entrada a una zona donde la identidad mapuche convive con una fuerte cultura costera. La cordillera de Nahuelbuta aparece de fondo y recuerda que aquí el relieve también manda. Es un lugar que se recorre sin prisa, atento a los detalles, a los sabores y a las historias locales.
El viaje hacia el interior lleva al Valle del Biobío, una sorpresa para quienes asocian Chile solo con los grandes valles vitivinícolas. Aquí, pequeños productores recuperaron cepas antiguas y prácticas tradicionales. En San Rosendo, el redescubrimiento de un Malbec patrimonial —conocido como Burdeo— devolvió protagonismo a una historia que parecía olvidada. Probar esos vinos es, en cierto modo, beber parte de la memoria del territorio.
La cordillera cierra el recorrido. Antuco aparece dominado por la Sierra Velluda y el volcán que le da nombre. El Parque Nacional Laguna del Laja es el más visitado de la región y funciona todo el año: nieve y esquí en invierno, trekking, miradores y observación de aves en verano. Cuando el clima lo permite, el Paso Pichachén conecta con Argentina y confirma algo que el Biobío repite constantemente: es una región que une paisajes, culturas y caminos.
El Biobío no se deja conocer en una sola visita. Es de esos destinos que invitan a volver, porque siempre queda algo pendiente por descubrir.
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